martes, mayo 16, 2006

Primeras páginas de "Un viaje hacia el abismo"

Cuando visitaba Madrid, bien sea por obligaciones de su profesión, o bien por visitas de placer, prefería hacerlo en tren. Llevaba tantos años viviendo en pequeños pueblos, que no soportaba las aglomeraciones y el tráfico infernal de las grandes ciudades.
Viajaba a Madrid con cierta frecuencia, y aquellos viajes significaban siempre sexo para él. Esta vez, como otras muchas, el motivo, o más bien la excusa, era profesional, pero según el tren comenzó a atravesar los primeros suburbios de la gran ciudad, aproximándose lentamente a la gran estación central, sintió la punzada del deseo en su interior, y notó como la premura por satisfacer sus instintos aumentaba con la proximidad a Madrid. Un pecado perdonable en un hombre con casi treinta años a sus espaldas como sacerdote, sin ninguna otra mancha en su historial. Había sido llamado por la superioridad para recibir la explicación de un trabajo que tenía que realizar en su parroquia que, al parecer, se iba a hacer extensivo en todo el territorio. La entrevista con el superior fue breve. Recibió el encargo y el dinero para organizar un baile de disfraces en el pueblo, de los que él atendía, que él mismo eligiera. Enseguida pensó en el más grande ya que le parecía el más adecuado para instalar a la orquesta en la plaza. No era tiempo de carnaval, pero últimamente el obispado se proponía modernizarse, y esta iniciativa formaba parte de un extenso programa que pretendía lavar la imagen conservadora y ultra religiosa que en los últimos tiempos había ido proyectando en la sociedad. Hacía algunos meses recibió una nota breve en la que se le pedía que procurara no utilizar el latín entre sus feligreses. Alfonso lo sintió pero, poco a poco, fue dejando de lado su costumbre de citar frases en latín en sus homilías. Además sabía que nadie le comprendía. Incluso a veces dudaba de si sería escuchado por alguna persona. Tenía la sensación de que cuando hablaba nadie le atendía, ya que la mayoría de la gente andaba mucho más preocupada por sus cosas como para escucharle a él. Antes de despedirse, habló sobre el pueblo habitado por un solo hombre. Desde hacía meses, tenía un cierto temor a visitarle, ya que le miraba con ojos poco tranquilizadores. Decidieron, dado el matiz del asunto, que no era necesario volver allí. Se le mandaría una nota por correo para que asistiera, si así lo deseaba, a los servicios religiosos del pueblo habitado más próximo. Esto le dejó más tranquilo. Salió del edificio antiguo y de regio lujo, en pleno centro de la ciudad, con la carta y el dinero en el bolsillo, y se dirigió inmediatamente al lugar en el que sabía que podía satisfacer su gran deseo sexual. Estaba nervioso y caminaba casi apresuradamente con tal de llegar lo antes posible a la casa de aquella mujer en la que volcaría todas sus ganas acumuladas durante las últimas semanas, durante las cuales ni siquiera se masturbó por no derrochar ni una gota de sus energías.
Fue todo tan rápido que incluso le pareció excesivamente breve, pero las caricias y las dulces palabras que recibió de Azucena a cambio de aquel dinero le dejaron plenamente satisfecho para una temporada. Bajó las escaleras y sin pensarlo mucho se dirigió a la estación para tomar el tren de regreso a su pequeño pueblo.
Durante el viaje fue ligeramente atormentado por un pequeño sentimiento de culpa. No era la primera vez que le ocurría, pero tenía los recursos mentales necesarios como para vencer el ataque del superyo. Normalmente, al día siguiente no solía recordar nada. Tal vez se encontraba algo extraño, pero desayunaba y todo quedaba guardado en un rincón oculto de su enorme memoria, capaz de seleccionar solamente los recuerdos que tenían una utilidad psicológica, y desechar los que podían interferir en el ordenado transcurso de su vida. Según pasaron los años, durante los cuales visitaba a aquellas mujeres, terminó siendo comprensivo consigo mismo, en cuanto supero el complejo de culpa de las primeras veces. Antes, claro está, pasó por otras fases. Pensó muchas veces que muchos de sus compañeros de profesión, tenían el mismo secreto vicio que él. Y así, amparándose en el figurado consuelo de que no era el único, comenzó a restarle importancia al hecho de las visitas a prostitutas, hasta que convirtió el asunto en algo banal y casi sin valor dentro de su personal y amplia moral de sacerdote que, en otros tiempos, utilizó el latín como si fuera un escudo protector tras el que esconderse y ocultar su atormentada y contradictoria personalidad.
El baile, con la ayuda de muchos parroquianos, quedó finalmente organizado y comenzó aquella estrellada noche de verano sin luna, bajo la iluminación de los potentes focos del equipo que convertían el pueblo en una isla de luz en medio de la oscuridad del campo. Todo transcurría con normalidad y alegría, pero la muerte hizo su acto de presencia para enturbiar y confundirlo todo. Sólo uno de los muchos hombres que estaban en la celebración, pudo ver con claridad, como aquella mujer desconocida, apuntó al centro de la espalda del cura, y disparó a sangre fría; la bala helada que segó la vida de Alfonso. Estaba en ese momento bailando con dos o tres chicas del pueblo. Primero se tambaleó y dio cuatro o cinco pasos sin rumbo claro, y por fin se derrumbó en el suelo como un muñeco de trapo sin vida y desmadejado. Se formó un corro de gente a su alrededor, y enseguida todos se dieron cuenta de que había muerto de un disparo. La sangre delató pronto la herida, y cuando dejó de manar de su espalda, y su pecho, todas aquellas personas se fueron apartando, dando por hecho que nada se podía hacer a aquellas alturas. Sólo el hombre que vio a la asesina llevar a cabo su crimen continuaba nervioso, muy alterado, y fue el único que derramó lágrimas en aquel triste momento. Nadie más lloró, porque Alfonso no era un hombre muy apreciado, y la noche comenzó a ponerse fresca.

Más información en http://www.edicionesirreverentes.com

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho la novela de Francisco. Llevo varios días pensando en las cosas que pasan en la novela tan increíbles, convencida de que la suerte, es un factor fundamental de nuestras vidas. Sólo una sugerencia. Siga escribiendo por favor.

Anónimo dijo...

No esperaba encontrar en una novela comprada al azar, algo tan entretenido. Es grato comprobar que la literatura siempre es una fuente agradable de agua fresca.

Anónimo dijo...

Las primeras páginas de la novela un viaje al abismo, me han gustado mucho. Espero continuar la lectura pronto. Enviaré más comentarios.

Anónimo dijo...

Me he leído la novela exactamente en tres tardes. se trata de las mejores que he leído en los ultimos tiempos

Anónimo dijo...

muy interesante la apuesta de ediciones irreverentes. Sigan así publicando cosas que merecen la pena

Anónimo dijo...

Una novela que me hba hecho reflexionar muchísimo. Acabé de leerla gratamente cansada.

Anónimo dijo...

Pocos personajes, ningún dialogo, pocas escenas, poca acción, pero mucho en que pensar. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

eres un fenomeno cuñado y me alegro muchisimo por tu exito esto solo es el principio de una larga carrera de satisfaciones f.j.l

Anónimo dijo...

The best thing of a good book is that it makes you dream. Thanks Francisco.

Anónimo dijo...

Todo cambia y se transforma imprevisiblemente a cada momento, sin que podamos hacer nada.es la historia de la vida.
enhorabuena al autor

Anónimo dijo...

Acabo de terminar "el viaje" y no he podido reprimir mis ganas de darte la enhorabuena por un libro que aporta una visión tan particular de la soledad, la vida, la muerte, en fin, del camino que recorremos a lo largo de nuestra existencia. Gracias por tu sensibilidad y por haber tenido la gran idea en aquellos años 80 de comenzar a escribir y de darnos la oportunidad a tus amigos (y lectores)de aprender y disfrutar a través de tus libros. Bueno Francis,te deseo de corazón, todo el éxito que mereces,un beso.

Anónimo dijo...

Hola, soy de Málaga. Descubrí esta editorial gracias a la librería Luces. Había leído algunos libros que han publicado de Umbral, de Savater, de Miguel Angel de Rus y de López Alonso, y descubrí que sólo publican literatura, de la de verdad. Gracias a ellos he leído a autores como López del Moral, que desconocía. Cuando encontré este libro, en primer lugar me llamó la atención la portada, tan significativa. Así que lo compré, me sentí junto a una ventana que da a la playa y comencé a leer. Lo leí en dos días. Me quede tan estusiasmada que huviera querido que no acabara. He buscado algún libro más de este autor, pero no lo encuentro. ¿Tiene algo más publicado? He buscado en Altavista y Google y no he econtrado nada. ¿Va a sacar algo más? ¿Tiene pensado venir a Málaga a dar alguna conferencia?

Francisco Legaz dijo...

Hola Mari Carmen.. te agradezco mucho tu comentario. Te cuento que voy a sacar otra novela próximamente antes de Mayo de 2007. Espero que te llegue, y que también te guste... un saludo.