jueves, marzo 15, 2007



Francisco Legaz y Luis Alberto de cuenca, en la presentación en la casa del libro de Madrid del libro de miguel Angel de Rus "Donde no llegan los sueños", el día 15 de Marzo de 2007

ARTÍCULO DEL AUTOR APARECIDO EN EL NÚMERO 3 DE LA REVISTA "IRREVERENTES"
CASI DOS MIL AÑOS Y NI UN NUEVO DIOS

En uno de mis múltiples cursos intentando aprender el idioma inglés, me tocaron para traducir los diálogos de una bonita pieza literaria: La Tempestad de Shakespeare. En ella Gonzalo propone, al dirigirse a los malvados Antonio y Sebastián, la creación de una república ideal, y empieza diciendo que en ella las cosas iban a ser lo contrario de lo que son. Entonces me di cuenta de que las cosas ya son lo contrario de lo que son, pero estamos tan acostumbrados a verlas así, del revés, que nos parece que realmente están del derecho. Vivimos en un sueño del que algunos piensan que se despierta al morir. Antonio propone que en la república ideal sólo habría holgazanes.. putas y bribones. Leyendo esto, y ahora incluso al escribirlo, me pregunto si Shakespeare, no hablaba de la realidad; ¿No es la vida misma un nido de putas holgazanes y bribones? Lo veré yo así por mi tendencia a verlo todo tan negativo; por mi pesimismo. No somos nada. Si acaso, como mucho, tendemos a algo. Tendencia al pesimismo, a ser cariñoso, a ser un estúpido, a estar tumbado (la tendencia a estar siempre tumbado se llama clinodinia; una maravillosa palabra, de la que procuro escapar haciendo auténticos esfuerzos). Pero, si es verdad que la vida es un sueño, y que al morir despertamos, entonces tiene razón el escritor de Tánger, Tahar Ben Jelloun, cuando dice en la primera frase del capítulo quinto de una de sus novelas (Sufrían por la luz): “Recordar es morir”.

El círculo se cierra. Al morir despiertas del sueño, pero al despertar vas y te mueres. Uffff que lío. De todas formas, esto de pensar en que al morir despiertas de un sueño, no es más que una vana ilusión del mortal deseo de pervivir. Voltaire lo dijo muy claramente: “Os he hecho nacer a todos débiles e ignorantes, para vegetar unos minutos en la tierra y abonarla con vuestros cadáveres”. Nos llamaba un poco imbéciles, y con razón. El imbécil es el fruto final de una larga cadena evolutiva que aún no se puede dar por finalizada, y lejos de extinguirse, los imbéciles, aún están en fase de expansión, reproduciéndose más eficazmente que los llamados inteligentes. De hecho, todo el esfuerzo y el trabajo de los laboriosos inteligentes, quienes realmente lo disfrutan son los imbéciles. Además la imbecilidad es altamente contagiosa y penetra en cualquier organismo, contaminándolo en todos sus tejidos y moléculas. El mero hecho de preguntarse si uno mismo es imbécil, es síntoma inequívoco de que ya estás contaminado. Y paracolmo, es fácil encontrarse con imbéciles inteligentísimos. Y todo esto teniendo en cuenta el que la vida es un sueño del que despertamos al morir, nunca antes. Por lo tanto debemos dar las gracias a esta increíble disposición de las cosas, que nos hace ser unos auténticos estúpidos profundos, en medio de una nebulosa onírica de la que despertamos para dejar inmediatamente de existir.

Me escriben desde muchos lugares gracias al último descubrimiento humano. Internet. Se trata de algo inmaterial, que no está en ningún sitio concreto. La red parece que no se puede ni tocar, pero sin embargo estoy seguro de que es el mejor invento de los últimos que nos podemos atribuir los humanos, y no es que existan muchos inventos que sean buenos realmente. El trabajo es otro invento moderno, pero de los malos. Nuestros antepasados, los llamados cazadores recolectores, eran seres oportunistas, que recogían los frutos que, de forma natural, estaban a su alcance, y de vez en cuando cazaban algo y nada más. A todo esto no dedicaban más de dos o tres horas al día. Y uno se pregunta desde la ignorancia, que es desde donde nace el conocimiento, ¿Qué hacían el resto del tiempo? ¿A qué dedicaban el tiempo libre? Pues en Atapuerca, o en Altamira, está la respuesta. Lo dedicaban a fabular, a soñar, a imaginar. Si observamos las pinturas rupestres de cualquiera de los yacimientos, casi todas datadas alrededor de la explosión cultural del neolítico, enseguida nos podemos dar cuenta de que el hombre, entre todas sus herramientas, poseía un instrumento increíble, y no sabía que hacer con él. El hombre se encontró con que tenía un cerebro capaz de imaginar. Ahora nos empezamos a dar cuenta de que el cerebro nos está grande, en el sentido de que es un órgano capaz de imaginar cosas, que físicamente nos son imposibles de alcanzar. Por eso la literatura es una fuente de placer increíble. La literatura es capaz de llenar en parte esa laguna que tenemos; ese desajuste. El cerebro nos está grande; la literatura puede ayudarnos a soportarlo.

El trabajo es un invento reciente y nefasto, que además nos ha metido de cabeza en una espiral que terminará mal sin duda. Tomás Moro en su “Utopía”, hablaba de una jornada laboral de seis horas. Campanella, en “La ciudad del sol” apuesta por la máxima reducción de la jornada de trabajo, y en otro curioso tratado del siglo XIX llamado “El derecho a la pereza” (como me gusta el título), Lafargue pretendía que ninguna jornada laboral excediera de las tres horas. De todas estas ideas han pasado ya muchos años, y hoy todos sabemos que para tener más dinero, hay que trabajar más horas, y encima también sabemos, que por más horas que trabajemos, nunca seremos ricos; hablamos desde el punto de vista de la honradez claro. El dinero, la riqueza, la acumulación de objetos, de bienes de consumo, de tierras, de alimentos, de propiedades, acabará con nosotros, y de paso acabará también con el planeta, tal y como lo conocemos hoy en día.. Por todo esto no me extraña que la religión haya triunfado en estos últimos 20 siglos como lo ha hecho. Los hombres de la edad antigua, de la edad media, los que no tenían otro remedio por su pobreza, y los que lo tenían todo por el interés de preservarlo, no tenían otra salida que lo sobrenatural, que como su nombre indica, está por encima de lo natural. Pero las tesis de las religiones, de la cristiana por ejemplo, son incompatibles, epistemológicamente hablando, con la ciencia moderna, y nuestra cultura, la actual, ha optado por el método empírico - científico en el que toda verdad lo es, porque al mismo tiempo puede ser falsa, es decir, el concepto de verdad es por definición contingente. Y probablemente sea por todo esto, por lo que la religión hoy en día, toca a la gente un poco de refilón, y ya no es que seamos o no seamos ateos, sino que las cuestiones religiosas a la mayoría de las personas nos importan poco para nuestras vidas cotidianas.

La religión y sobre todo el trabajo, la política incluso, son cosas de tan dudosa continuidad que cualquiera, a la vista de todas estas circunstancias, puede pensar o adivinar que tienen los días contados. Y cuando todas estas tormentas pasen, y volvamos a acercarnos a la idea de los cazadores recolectores, idea que resultó tan eficaz, puesto que duró cientos de miles de años sin apenas alteraciones, nos volveremos a encontrar de nuevo con nuestro problema fundamental; con nuestro cerebro, que seguirá siendo el mismo capaz de pensar, de razonar más o menos bien, pero sobre todo capaz de imaginar. Y entonces, en los ratos libres, que serán muchos, buscaremos una pared para dibujar en ella nuestro sueño; cualquier sueño.

Miren, no es que me quiera poner pesado, pero yo creo que nadie me podrá quitar la razón. La única actividad humana, de todas las que nos traemos entre manos actualmente, que merece la pena conservar, que ha perdurado, que perdura y perdurará, no es otra que la literatura. Y si no díganme en que otro espejo podemos mirarnos. Me da igual el que los cenizos pesimistas, le auguren al libro poco futuro; será para ellos. Nosotros, desde esta editorial “Irreverente”, estamos convencidos de que pase lo que pase, nuestra pobre herramienta, el cerebro humano triunfará, y por eso vamos a seguir leyendo y escribiendo. Las paredes de nuestras cuevas, ahora se llaman libros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el cerebro les esta grande a muchos. Enhorabuena Francisco