sábado, octubre 27, 2007

the lady of song


Relato del autor aparecido en la revista "IRREVERENTES"

THE LADY OF SONG

He ido a ver a Julia a su casa. Ya es muy mayor y esta última enfermedad le acerca aún más a la triste realidad, pero afortunadamente, poco a poco también se aleja de ella; de la realidad. Primero fueron los problemas de la vista. La operación de cataratas de un ojo que sale mal, el glaucoma en el otro ojo, y al final, el resultado es que no ve prácticamente nada. Y la ceguera combinada con tener más de ochenta años, es un mal cóctel que la ha dejado paralizada y con el ánimo un poco a oscuras. Alguien en una ocasión hace ya bastantes años, según dice ella un médico, le recomendó que se pusiera gafas de cristales casi opacos para que se protegiera de la luz, y aunque de esto debe hacer muchos años, aún las lleva siempre, de día y de noche. Gafas oscuras, que también esconden un poco su mirada turbia y distraída.
Por la mañana he estado escuchando la maravillosa voz de Ella Fitzgeral, y he decidido regalarle el disco a Julia ya que sé que le gusta mucho. Cuando cantaba la canción que voy escuchando mientras conduzco, con su voz poderosa y penetrante tenía ventitres años y en aquel momento acababa de adoptar a un niño. Muchos años después se quedó también ciega, como Julia, pero Ella F. se quedó ciega por la diabetes que nunca se trató hasta que fue demasiado mayor. Una nota detrás de otra, y después otra y otra más. Cuando la escucho a veces me falta un poco el aire. Parece que no va a llegar a la siguiente, pero como por milagro o brujería, saca fuerzas renovadas y sigue cantando, como si tuviese una reserva de aire guardada en su pecho, y además la última es si cabe la más potente. Se adivina que detrás de toda esa fuerza de la naturaleza, de esa potencia, además de haber un portento de nacimiento, está también la juventud. La voz que escucho fue grabada en 1.941. Yo aún no había nacido. Dicen que la juventud todo lo puede, y casi es verdad. Pero además, Ella Fitzgeral estaba dotada de una voz, con un rango vocal de nada menos que tres octavas. Un piano de tres octavas; imagínenselo desmontado encima de una mesa con todas sus teclas extendidas y revueltas sobre el tablero, e intenten pensar en que la voz portentosa de Ella F. abarcaba todas esas notas, todas esas teclas, desde la más grave a la más aguda. Julia, sin embargo está sana, no como le ocurrió a Ella Fitzgeral en sus últimos años. Julia es de esas mujeres que nunca han estado enfermas. Pero la vejez no perdona; no perdona a nadie. Se puede envejecer con dignidad o no, pero siempre se envejece. El marido de Julia murió hace muchos años como consecuencia de un accidente de tráfico. Se dice siempre en las noticias: “ha fallecido como consecuencia de un trágico accidente de tráfico”, y a continuación viene la noticia siguiente. Pero la vida queda paralizada en ese accidente; queda congelada y ya no sigue avanzando. Julia supo sobreponerse y como también se suele decir, “salió adelante” trabajando como modista para una famosa firma de la época. Hoy, evidentemente, ya no puede coser. La madre de Ella F. murió como consecuencia de un trágico accidente de tráfico en 1.932, cuando en España era verdaderamente difícil el morir como consecuencia de un accidente de tráfico. Era lavandera y se llamaba Temperance.
Dicen que los ciegos tienen una sensibilidad especial para la música; para los sonidos. Es lógico. También desarrollan especialmente el tacto y el oído. He conocido a ciegos que trabajan como fisioterapeutas y son muy cotizados debido a que sus manos tienen un toque especial. En los años cincuenta, la firma de ropa de moda, se llevaba a Julia a recorrer las mejores pasarelas de Europa en Roma, Londres y París, para que copiara con un lapicero, en un cuaderno apaisado, los modelos, que luego cortaba en el taller de la calle Preciados de Madrid. Su trabajo era muy cotizado, ya que se convirtió en una de las mejores cortadoras de España. El padre de Ella F. se llamaba Willian, y abandonó a Temperance la lavandera, cuando la niña era muy pequeña, por lo que, al morir la madre, la pequeña huérfana pasó al cuidado de su tía Virginia. Ella F. no necesitaba ser ciega para que todo su ser estuviera empapado por los cuatro costados de música. La ceguera le sobrevino mucho después; en los años noventa. Ella cantaba desde pequeña. El disco que le he traído a Julia de Ella Fitzgeral es una recopilación de canciones de amor: “Love songs”. Es el disco que venía escuchando por el camino y que ha hecho que entre en casa de Julia con los ojos un poco húmedos. He estado a punto de llorar, mientras lo escuchaba, dos o tres veces. Julia es aficionada a la música de EEUU de aquellos años. Escucha a Cole Porter, a Frank Sinatra, Duke Ellington y otros así. Todos ellos cantaron o grabaron discos con Ella F. .
Una tarde lluviosa, Julia se bajó del avión cuatrimotor, procedente de París, en Barajas. Inmediatamente miró hacia la barandilla del edificio de enfrente. Allí estaba siempre Guillermo esperándola, pero aquella tarde lluviosa en Barajas, Guillermo no estaba. Vio sin embargo a su cuñada. La vio de lejos; la vio enseguida, allí justo encima de la puerta de llegadas internacionales. Cruzó el control sintiendo como el corazón se desbocaba por la ansiedad y cuando se encontró con la hermana de Guillermo, adivinó que algo muy malo había pasado. El Morris se había estrellado contra un árbol en la carretera de Mejorada del Campo. La vida es así. No te avisa de nada. Te cambia los planes de pronto, y no te deja tiempo ni para pensarlo. Cogieron un taxi para regresar a casa con la bolsa llena de patrones dibujados al vuelo, con tizas de colores en papel de estraza y la cara llena de lágrimas.
Debutó como cantante a los 16 años, en 1.934 en el Harlem Apollo Theater en New York, ganando el concurso Amateur Night Shows con la canción Judy. Tenía tan solo 16 años y su voz ya era prodigiosa, y mientras suena su voz, he conseguido que Julia se concentre en la música, moviendo los pies al ritmo a la vez que escucha. Me da mucho gusto verla casi bailar con sus gafas de sol oscuras y sus ojos turbios. Y viéndola me acuerdo de que un día me enteré de que a Ella F. le habían dedicado un sello postal. Su cara viajaba ahora pegada en miles de cartas por todo el mundo. Julia hace mucho que no viaja. Prácticamente no sale de casa. Da un pequeño paseo alguna tarde, pero la mayoría de las veces no quiere salir. Creo que también he visto un sello de Martín Luther King y otro de Malcolm X, todos ellos de piel negra. Julia salió fotografiada en una revista en 1.970, mientras vestía a una modelo para un pase. En realidad fotografiaron el taller de costura más que a ella, pero salió casi en un primer plano arrodillada junto a la maniquí, como antes se las llamaba. Ya se decía entonces que estaban demasiado delgadas.
En 1.983, tuve el privilegio y el honor de verla actuar en el festival de Vitoria – Gastéiz. The first lady of song ya no era ni su sombra, pero actuó profesional y dignamente. Quedé para siempre enamorado de Ella F. y del Jazz.
El disco ha terminado, y mi visita a Julia también. “Me tengo que ir” digo en voz alta. El disco es para ti. Julia me ha dado un beso con los ojos casi cerrados y nos hemos despedido. De Ella F. me despedí un día de pronto. Me enteré de que había muerto, ya no recuerdo el año, creo que fue en 1994 más o menos. Y ese día me quedé para siempre sin Ella F. . Me lo dijeron en el Aeropuerto de Barajas, justo el lugar en donde he escrito esta pequeña nota, sentado en la sala de espera.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida, y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas” Es parte de la letra de la canción “Las simples cosas” de Cesar Isella y Cuchi Leguizamón, aunque yo la recuerdo siempre cantada por Mercedes Sosa con su inconfundible y poderosa voz.