miércoles, enero 07, 2009

MICRORELATOS, MICROCUENTOS


MICRO RELATOS, MICROCUENTOS, Y OTRAS MENUDENCIAS.

A Monterroso le dieron el príncipe de Asturias. Y además es el autor de el cuento más breve de la historia de la literatura. Dice así:«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí»Max Aub, escribió otro micro relato que para mi es aún mejor incluido en su libro “Crímenes ejemplares”. Dice así: «Lo maté porque era de Vinaroz»Pero en esto de los microcuentos, ya hay material para hacer enciclopedias. La verdad es que me parecen geniales, y algunos son realmente evocadores de miles de cosas. Ahí van algunos ejemplos:«La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones».«Dos caballeros comparten el vagón de un ferrocarril. Yo no creo en fantasmas, dice uno de ellos. ¿De veras?, responde el otro. Y desaparece».«Dejó de fumar, pero reincidió porque le seguían los ceniceros hambrientos». Este es de Gómez de la Serna.«Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y antes de empezar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace seis años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio». Y este es de Luis Mateo DiezEste está escrito por el padre de la Wikipedia Jimmy Wales: “Sí, tú puedes editar esta biografía”Este me gustaría, por la edad coincidente, haberlo escrito yo: “Cincuenta años, existencia de Dios improbable”Y Por fin yo le doy el premio máximo a este: “no es como lo había imaginado”. Me encanta.Para terminar, y especialmente dedicado a Astrofísicos, ahí va este de Monterroso. No es un micro relato, pero casi. Es muy bueno, y os recomiendo que perdáis los escasos cinco minutos que se tarda en leer:El eclipseCuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Francisco. He leído el cuento de Monterroso, me parece genial.
También, me he detenido en los microrelatos, y saco mi conclusión:¡¡Cuánto se puede llegar a transmitir con tan pocas palabras!!
Un saludo.
Rosario Gómez

Francisco Legaz dijo...

Muchas gracias Rosario por tu comentario. Tienes toda la razón. Lo ideal es... con pocas palabras, decir mucho.
Un beso.