miércoles, noviembre 18, 2009

DICCIONARIO PARTICULAR



Mi gran amigo Manuel Cortés Blanco, escritor que os recomiendo, me envía este pequeño diccionario. Yo creo que seguro que al menos alguna de sus definiciones os llegará al corazón, como me ha llegado a mi. Su último libro es buenísimo (MI PLANETA DE CHOCOLATE. Ed. Irreverentes).
Cada cual tiene su propio diccionario, su propia medida de la realidad. En ello radica la grandeza del hombre: sin variedad no hay culturas. Con la pretensión de ser objetivo, aprovecho mi literatura para definirme en ese marco de entendimiento. Y redefinirme constantemente, a sabiendas de que quien no evoluciona, involuciona. Así suenan mis voces:
Adolescencia: Festival de hormonas que incita a probarlo todo.Amistad: Sentimiento que no es llama, sino luz; declarado en peligro de extinción.Amor: Sentimiento que en cualquiera de sus formas está más dentro de ti que tus entrañas. Por eso, jamás podrá extinguirse.Avaricia: Casi todo es casi nada.Beso: Unidad mínima de amor.Camino: Gerundio de tantos verbos, incluido caminar.Consejo: Cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate.Envidia: Pecado que si es de otro realza nuestro éxito.Error: Acción que penalizamos en vez de analizar.Escribir: Pintar de imaginación un folio en blanco.Idea: Sustento de cualquier cambio. Tenerlas puede ser malo; no tenerlas, peor.Inocencia: Virtud que nos faculta para jugar.Juventud: Espíritu rebelde, alma enamorada, corazón valiente.Magia: Hacer posible lo imposible.Mentira: Excusa del cobarde.Morriña: Añoranza de quien no extraña tanto su tierra como su infancia.Música: Arte de hacer bailar al corazón.Perdón: Palabra que más se dicen dos personas que se aman. La segunda es te quiero.Poesía: Sueño plasmado en papel.Rencor: Amor mal administrado.Risa: Unidad mínima de humor.Soledad: Carencia voluntaria o involuntaria de amistad.Vida: Cigarrillo que consumes con placer, aun a sabiendas de que acaba matando.Yo: Voz que contigo se convierte en nosotros.

lunes, octubre 19, 2009

LOS ENCAMADOS

Los encamados
Un curioso fenómeno nos trae a “El bosque de las palabras”, la noticia de que aún existen personas a las que llaman “Tumbados”. Estas personas son gente normal, hasta que una mañana deciden que no se levantarán nunca más de la cama. Aparentemente no padecen ninguna enfermedad que les impida la deambulación, pero simplemente, desde esa fecha fatídica, no vuelven a levantarse más.
Los franceses inventaron el término “encamado”, que se utiliza aquí en los medios sanitarios, pero también se les llama tumbados o acostados.
Como afirma el escritor Luis Landero, “no son holgazanes, ni neuróticos, ni siquiera son simples enfermos imaginarios”, sino que son personas que un buen día optan por suspender su actividad social y se abandonan espléndidamente a la inacción”.
En muchos casos esta situación dura toda la vida, hasta el final de sus existencias, aunque también existen casos en los que un buen día, después de diez, quince o veinte años, el tumbado abandona la posición horizonta, y sin mediar más palabras, recupera la vertical, como si se levantase una manaña cualquiera, y vuelve a sus actividades cotidianas sin más.
Normalmente estas personas no suelen dar muchas explicaciones de lo que les lleva a tomar esta actitud con la vida y simplemente viven, desde un momento determinado, de esa manera, suspendiendo sus actividades para sorpresa y desgracia de sus familiares.
Se les ha asociado a una cierta clase social o nivel cultural, pero como casi siempre pasa con los intentos clasificatorios, nunca terminan de cumplir con estas normas, y el fenómeno se da en cualquier estrato de la sociedad. Y tampoco el nivel cultural es ninguna vacuna contra esta especie de enfermedad.
Hay muchos casos de gente así, la mayoría de ellos anónimos, pero nos hemos encontrado con estas personas en “el bosque de las palabras”, indagando y buceando en la vida de los escritores, que son los personajes de nuestro programa. El ejemplo más famoso es el del escritor Juan Carlos Onetti, al que la gente aficionada a la literatura conoce como aquel escritor que escribía desde la cama. Se cuenta que su perro, cuando Onetti se incorporaba, se extrañaba y le mordía la pernera del pijama, como recordándole que tenía que estar acostado como siempre.
Pero con los escritores pasa un poco como con los libros, que te van llevando de uno a otro y ya nunca puedes parar. Al parece Onetti, tomó ejemplo, en lo del encamamiento, del que decía que fue su maestro, Valle Inclán que, al igual que Unamuno, recibían a las visitas desde la cama. Pero lo curioso es que Onetti, siguió escribiendo sin parar desde la cama y sus obras no sufrieron ninguna consecuencia por la horizontalidad del autor, sino que incluso ganaron en intensidad durante esa época.
Y de Onetti, dimos el salto en el programa de radio a Marcel Proust, otro encamado y otro caso increíble de retirada de la vida social, abandonando la visión del horizonte, por la del techo de la habitación. Y esto me recuerda, la posición en la que se llevan a cabo las sesiones de psicoanálisis, tumbados en el famoso “diván”, cuestión de la que Freud, que habló de casi todo, también explicó su importancia, para que el paciente perdiera por un rato su referente espacial, y pudiera airear su inconsciente. Quizás, quién sabe, estos escritores, descubrieron este curioso detalle del psicoanálisis, y utilizaron la posición de “tumbados”, para abrir la puerta de su inconsciente.
Pero de los autores literarios, podemos saltar a los propios personajes. El mejor ejemplo, recuérdenlo ustedes, es el de don Quijote, que en la maravillosa novela también se encamó, y según cuentan, su creador, don Miguel de Cervantes, hizo lo mismo.
Otro de los personajes literarios famosos encamados es Edgardo de la obra de teatro “Elosia está debajo de un almendro” de Jardiel Poncela. Nos cuenta el autor que Edgardo llevaba en la cama veintiún años nada más y nada menos. Incluso viajaba en tren en su propia cama. Imagínense.
Y como la cama es lugar de placer y descanso diario, pero estos personajes la convierten en lugar de resistencia y de viaje interior, estoy pensando en pedirle a la dirección de la emisora Radio Morata, que me instalen en los estudios una buena cama, para desde allí, tumbado, hacer “El bosque de las palabras”. No sé como andarán de presupuestos en la asociación cultural, pero yo siempre he oído que, estar en la cama es de las cosas que salen más baratas. Así es que a ver si lo consigo.

jueves, junio 25, 2009

PRESENTACIÓN DE LA MICROANTOLOGÍA DEL MICRORRELATO


Presentación del libro "Microantología del Microrrelato". Viernes, 26 de junio. En la Casa del Libro de la C. Hermosilla, 21. A las 19:30 horas. Será presentado por Miguel Ángel de Rus, Alicia Arés, Pedro Amorós, Francisco Legaz y Tomás Pérez.

Cuenta con textos de Joaquín Leguina, Slawomir Mrozek, Franz Kafka y Marcel Proust entre otros


Esta Microantología del Microrrelato sería la mejor publicada en el mundo hasta el momento si no fuera porque no se trata sólo de microrrelatos, sino que el editor, con la intención perversa de que el lector tenga lectura suficiente para ir desde la estación de Atocha a la de Recoletos, desde Paseo de Gracia a la Plaza de Cataluña, de San Sebastián a Anoeta, o de Alzira a Catarroja, ha incluido algunos relatos breves (muy breves) atendiendo a su calidad y brillantez.
Así, el lector encontrará en este libro extraordinarios microrrelatos de Joaquín Leguina, Slawomir Mrozek, Franz Kafka, Jules Renard, Émile Zola, Javi J. Palo, Saki, Ambrose Bierce, Tomás Pérez Sánchez, Anton Chejov, Pedro Amorós y José Manuel Fernández Argüelles.
Al mismo tiempo, hallará impresionantes relatos breves de Víctor Hugo, Andrés Fornells, Francisco Legaz, Anatole France, Alberto Castellón, Manuel Villa-Mabela, Guillaume Apollinaire, Rafael Domínguez Molinos, Sasi Alami, Raúl Hernández Garrido, Marcel Schow, Aurelia Mª Romero Coloma, Álvaro Díaz Escobedo, Jean Lorraine, César Strawberry, Alphonse Daudet, Santiago García Tirado, Marcel Proust y Miguel Ángel de Rus.
Abriendo el libro con un microprólogo de Alicia Arés.
Nos encontramos ante una selección de la mejor literatura breve creada desde comienzos del S.XIX hasta nuestros días, que tiene como nexo de unión una mirada crítica, ácida en ocasiones, que pasa por la ironía llegando incluso al sarcasmo. Y siempre de un modo rápido y brillante.
Es el libro ideal para esos breves momentos de paz que nos depara la vida.

Recuerda, el viernes, 26 de junio, a las 19,30h, será presentado por Miguel Ángel de Rus, Alicia Arés, Pedro Amorós, Francisco Legaz y Tomás Pérez.

Toda la información: http://www.edicionesirreverentes.com/

domingo, junio 14, 2009

MEDITANDO EN VANO EN LA FERIA DEL LIBRO


Hola a todos. Esta tarde he estado en la feria del libro firmando en la caseta de una librería que no conocía, y que me ha parecido muy interesante. Se trata de "El dragón lector". Una librería para niños que es un lugar mágico. Mágico por las personas que la llevan. He firmado varios libros, así es que me he ido para casa con el ego estabilizado, ya que muchas veces, digo en broma que lloro en los lavabos pero, aunque sea en broma lo digo mucho. Es curioso el asunto del futbol, ya que a las ocho, parece ser que había un partido en la televisión, y más o menos a las ocho menos cuarto, ha habido una evidente desbandada de la feria del libro. Me he imaginado una plaza silenciosa llena de palomas, que picotean tranquilas por el suelo, y un niño que entra sigiloso y de pronto da un fuerte golpe con el pie en el suelo. Más o menos es lo que ha pasado. También es muy curiosa la curiosidad de muchos anónimos lectores que se han acercado a mi esta tarde. Cogían mis libros, los miraban y luego me miraban a mi, como cuestionándome... Yo les decía... "Si... aquí están los libros, y aquí el escritor. ¿Quieres que te cuente algo?" Y todo el mundo me decía que si, como diciendo: "bueno, si es gratis"... Luego se llevaban el que más convincente les parecía. El que más éxito ha tenido ha sido libro en el que participo. Se trata de "Poeficcionario". Varios escritores hemos escogido un relato de Poe, y lo hemos escrito otro relato, digamos que con la idea del de Poe, pero en plan actual. Este libro ha llamado mucho la atención. Una madre y una hija, se me han acercado porque querían introducirse en el "terror". Así me lo han dicho, y yo les he contestado que efectivamente, cuando me miro al espejo me doy cuenta de que soy una persona muy indicada para hablar de "terror". Otra madre, se ha acercado a la caseta a comprar unos cuentos. Y como veía que me miraba de reojo, le he dicho que también vendíamos novelas no para niños, y se ha llevado dos de las mías. Luego han venido familiares y amigos. Lo más bonito ha sido la visita de mi prima Eva, con sus dos muñecos de cinco y dos años. Como me han visto al otro lado del mostrador, se me quedaban mirando fijamente. La madre les ha dicho: "es Francis, que es escritor"... ¿Qué será eso de ser escritor? habrán pensado Grabriel e Irene. Yo también me pregutno lo msimo que ellos. Mira tu que darnos por contar historias. ¿Y qué historias? Yo me quedo con sus ojitos abiertos de par en par al verme allí, tan raro. A las nueve y media, han empezado a sonar los estruendos de las bajadas de los cierres. Los del dragón lector, no han tardado en empezar a hacer lo mismo con el suyo. Le he preguntado a la librera que ¿qué es lo que iban a hacer con todo el mogollón de cajas, y libros que había por allí. Me ha dicho que mañana a primerísima hora, delvuelven allí mismo a las editoriales y distribuidoras la mayoría de los libros... He pensado en esos almacenes de las afueras, en donde los libros, las miles de historias imaginadas, se llenarán de polvo, esperando su ocasión. Y como los egos de tantos escritores, volverán a encogerse lentamente, hasta ocupar un espacio mínimo, y volveremos a llorar en los lavabos, ya durante el verano. Porque las vacaciones, a pesar de lo que contáis algunos, con sus viajes, sus soles, sus museos y demás, son tiempos también de mucha reflexión y de mucho encontrarte contigo mismo de frente, desubicados y perdidos por tierras extrañas, sin saber bien que hacer ni a donde ir. Y tan malo es si te las planificas al milímetro, como si quieres que sea el azar el que se encargue de las reservas. Digamos que estoy afectado por el mal este de los franceses al que llaman "mal de vivre", y que, a pesar de que medito mucho, me pasa un poco lo que le pasaba a Pessoa. "Medité toda la tarde pero fue en vano" Un saludo

martes, junio 09, 2009

POEFICCIONARIO



Hoy sale a la venta este nuevo libro del que soy coautor. Se trata de una idea interesante del editor, convocando a diversos escritores para elegir un relato de Poe y escribir otro alternativo, basándose en el elegido. Os lo recomiendo, porque además de los escritores "vivos", de momento, contiene un montón de realtos de Poe que merecen la pena sin ninguna duda.

lunes, abril 27, 2009

FRANCOISE SAGAN Y LA PASIÓN DIFUMINADA EN LA MEMORIA



"QUAND TU DORS PRÈS DE MOI
TU MURMURES PARFOIS
LE NOM MAL OUBLIÉ
DE CET HOMME QUE TU AIMAIS"

miércoles, abril 22, 2009

DÍA DEL LIBRO


El jueves día del libro, firmaré ejemplars de mis obras en la librería "Espacio lector nobel", de 18 a 20 h. en la calle Arroyo de la Media Legua, 46. Si queréis ver la noticia, podéis pinchar en el enlace de las librerías. www.libreriasnobel.es
Un saludo.
Francisco Legaz.

lunes, marzo 30, 2009

LA REALIDAD


LA REALIDAD

Nuestra Percepción del mundo está totalmente condicionada por las categorías de nuestro lenguaje. Esto explica mi insistencia en la importancia de ampliar constantemente nuestros conocimientos, sobre todo los relativos a nuestro propio idioma, a nuestra lengua. Esta afirmación, no es gratuita, ya que se trata de una de las más importantes críticas al positivismo, por parte del relativismo. Dicho de otra manera, podríamos afirmar que existen condicionantes sociales sobre los significados, y esto afecta directamente a la forma que tenemos de interpretar la realidad.
A ti y a mi, nos gusta navegar por la frontera de eso que hemos acordado en llamar sueños / realidad. Pero tenemos que ser conscientes de que esa frontera, no está colocada en el mismo lugar para todo el mundo. Habrá personas que vean claro que la realidad evidente es todo aquello que a nosotros nos parece un sueño. Y también ocurrirá sin duda al revés.
Analizaba ayer la cuestión del respeto y la tolerancia, y según avanzaba en el razonamiento, me daba cuenta de que las ideas de “respeto y tolerancia”, son inventadas por nuestra ilustrada cultura occidental, pero en absoluto son compartidas, por la mayoría de la población del mundo. Y así en lugares como la india, o en casi toda África, tienen muy claro que existen castas, etnias o clases, con muy distintos derechos, y si alguien pretende explicarles que hay que ser tolerantes, comprensivos y respetuosos, les parece que, ese alguien, lo que es realmente, es un imbécil.
Pero volviendo a lo nuestro, el lenguaje, yo estoy seguro de que el lenguaje de cada uno, organiza su propia experiencia vital. Tanto es así, que no existe ninguna manera realmente, digamos que neutral, de referirse a la realidad, sino que todos lo haceos de una forma totalmente sesgada y tendenciosa.
La famosa frase de “lo que es, es”… no es más que el triste resumen de una manera obtusa de pensar, que delata al que la pronuncia, por su interés en hacernos ntender que él no comprende nada.
Es famoso el caso de los esquimales Inuit, que utilizan nueve palabras para nueve tipos distintos de nieve, perfectamente definidos por ellos. Nosotros solo tenemos una: “la nieve”, por lo que podemos decir que para ellos, la realidad en ese aspecto, es mucho más amplia que para mí.
En el siglo XVIII, Kant, que de tonto no tenía ni un pelo, trato de explicar la cuestión del entendimiento humano, mediante una única tabal de doce categorías, que ordenaban nuestra experiencia, de forma que si se comprobaba cualquier enunciado, a través de la experiencia, quedaba asegurado de modo universal, para cualquiera. Pero Después de Kant, vinieron muchos otros.
El estado actual de las cosas, es el siguiente: La clasificación de los datos que ordena nuestra experiencia, no opera de una forma universal, sino que tratamos de organizar la naturaleza, siguiendo “divisiones sociales” y, lo que es aún más increíble, siguiendo estructuras de parentesco.
Una sociedad conoce a la naturaleza, de acuerdo a su propia organización (animales hermanos, primos, lejanos, etc…), y así a cada grupo le corresponden sus animales, sus plantas, o sus estrellas.
Lo que tu y yo vemos y sentimos no es lo mismo, pero podemos tratar de compartirlo, aunque sólo sea por un pequeño instante.

miércoles, marzo 11, 2009

PRESENTACIÓN DE UN LIBRO PARA NIÑOS


El próximo jueves día 12 de marzo, a las 20 h. presento un libro muy especial. Se trata de una novela para niños, titulada "Diario hablado de Clara". Su autora es Esther Sestelo Longueira. El libro está cargado de magia, e independientemente de que vayáis o no al acto, merece la pena, echarle un vistazo. La autora dice que es recomendado para niños entre 7 y cien años. Los datos son: ASOCIACIÓN DE ESCRITORES Y ARTISTAS ESPAÑOLESJUEVES 12 DE MARZO DE 2009PRESENTACIÓN DEL LIBRO"EL DIARIO HABLADO DE CLARADE ESTHER SESTELO LONGUEIRAPRESENTAN EL ACTO: JESÚS MARTÍNEZ FALERO Y FRANCISCO A. LEGAZ NIETOC/ LEGANITOS, 10 1º DERECHAHORA 20:H.

viernes, marzo 06, 2009

FRANCISCO LEGAZ. ENTREVISTA

Francisco Legaz
Al final, después de toda tu vida, llegas a la conclusión de que no has hecho nada que perdure

Francisco Legaz Nieto, escritor desde los años ochenta, con varias novelas publicadas, y que colabora en el periódico literario Irreverentes desde su creación, ha publicado últimamente las novelas "Un viaje hacia el abismo", y "Trazo blanco sobre lienzo blanco", con la que ha sido finalista del I premio de novela Irreverentes.
Es autor de numerosos relatos, y coautor de varios libros como el recientemente publicado "trece para el veintiuno", o "Relatos contra el olvido". Ha recibido numerosos premios por sus distintos trabajos. Actualmente dirige y presenta un programa de radio sobre literatura: "El bosque de las palabras".
P.-¿Cuál es la trama argumental de "Trazo blanco sobre lienzo blanco"?
R.- En mi novela muestro cómo una cantante dedica toda su vida a luchar por conseguir el triunfo, el reconocimiento público, tiene una gran voz, pero a pesar de ello no consigue nada; y esa vida frustrada, que es la de cualquiera de nosotros, es como un lienzo en blanco con un trazo de pintura blanca, no es nada. Al final, después de toda tu vida, llegas a la conclusión de que no has hecho nada que perdure, que tu vida es como un lienzo en blanco. Contra esa sensación lucha el protagonista de la novela, que al inventarse la vida de esa cantante, está reflejando sus propios desasosiegos.
P.-El título es muy significativo; blanco, la nada.
R.- Mi novela es el reconocimiento de que vivimos sin dejar huella, y el intento desesperado del narrador por encontrar un sentido a sus actos, dejar algo que recordar. Creo que es un problema muy común en la sociedad actual, en la que tenemos todo, pero nos sentimos vacíos
P.-Aparentemente vd. es de esas personas de las que se dice que no paran. ¿es así?
R.-La literatura no es otra cosa que trabajo y trabajo. El que se crea que la inspiración viene de pronto, está en un error. Hay que buscarla constantemente.
P.-¿No me diga que presume de trabajador?
R.-Soy un vago. Pero un vago que no para. Digamos que investigando la forma de no dar ni golpe, no he parado en toda mi vida, pero como soy un vago, sé que algún día descubriré el secreto, y entonces obraré en consecuencia.
P.-¿Le importa más el estilo o la trama en sus escritos?
R.- Pienso que el estilo es lo fundamental. Estoy seguro de que actualmente se transmite mucha más información a través del estilo que con la propia trama. Nabokov, hace tiempo dijo que la trama no es más que una vulgaridad burguesa. Estoy de acuerdo con él plenamente.
P.-¿Escribe a diario?
R.-Puede decirse que si. Soy de los que pienso que a escribir, se aprende primero leyendo, pero también se aprende escribiendo. Igual que un pintor necesita hacer muñeca, o un músico necesita ensayar constantemente con su instrumento. El escritor tiene que escribir mucho y leer mucho más. Las palabras son nuestra herramienta.
P.-¿Que me puede decir de su aventura radiofónica?
R.-"El bosque de las palabras" no me ha traído más que satisfacciones. La audiencia del programa no para de aumentar, y lo que pretendemos es crear un espacio que sirva de referencia, sobre todo para nuevos escritores, y también nuevas tendencias en la literatura.

Cualquiera que esté interesado en el programa puede encontrar toda la información en http://palabrasenelbosque.blogspot.com/

jueves, febrero 26, 2009

PRESENTO UN NUEVO LIBRO. 250 AÑOS DE TERROR

Queridos amigos:
Os informamos que Ediciones Irreverentes presenta el libro “250 años de terror”, el próximo viernes, 27 de febrero, a las 19,30h en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, en la C. Noviciado, 3, esquina a San Bernardo. En Madrid.
Hablarán los escritores:
Manuel Villa-Mabela, Francisco Legaz, Tomás Pérez, Miguel Angel de Rus y Raúl Hernández Garrido.
Espero que vayáis invitando a amigos y fans. Será un tenebroso encuentro de terror con la mejor literatura. Que no falte ningún zombi ni ninguna bruja. Barra libre para muertos vivientes.

250 años de terror es una extraordinaria antología en la que se han reunido a los más prestigiosos autores de este género literario. Se abre el libro con extraordinarios clásicos como Potocki, von Kleist, Pushkin, Dumas, Mérimée, Gerard de Nerval, Baudelaire, Bécquer, Villiers de l’Isle Adam, Guy de Maupassant,, Emilia Pardo Bazán y Anton Chejov. Para los amantes del terror de comienzos del S.XX, se ha seleccionado a Horacio Quiroga, Saki y Lovecraft. Y en 250 años de terror hay una gran muestra del mejor terror actual, con autores como Álvaro Díaz Escobedo, José Enrique Canabal, Miguel Gómez Yebra, Manuel Villa-Mabela, Francisco Legaz, Tomás Pérez, Miguel Angel de Rus y Raúl Hernández Garrido.

lunes, febrero 16, 2009

AMOR SE FUE


Amor se fue;

mientras duró de todo hizo placer.

Cuando se fue nada dejó que no doliera.
Macedonio Fernández.
Si a alguien no le dice nada este poema, le pediría que se pusiera en contacto conmigo, para que le recomiende el tratamiento apropiado a su dolencia.

domingo, febrero 15, 2009

A PARTIR DE AQUEL DÍA







A PARTIR DE AQUEL DÍA

Ocurre con una cierta frecuencia. Todos hemos oído a alguien al que le ha pasado, o incluso es a nosotros mismos a los que algo así nos ha ocurrido. Una enfermedad, un accidente, un susto o un encuentro inesperado pueden hacer que el rumbo de nuestras vidas sufra un giro inesperado y, como suele decirse, nuestra existencia quede dividida en un antes y un después. “Desde que me paso aquello no he vuelto a ser el mismo”. Una frase que casi es un “lugar común”, y que demuestra que la vida humana está sujeta siempre a imprevistos, que en seguida dejan al descubierto nuestra suma fragilidad.
Hoy, como siempre, quiero recomendar un libro. Mi intención es que si, a alguien se le ocurre leérselo, quede para siempre afectado por este “mal”, y su vida ya no sea nunca más la misma. Porque estoy seguro de que la literatura actúa de esta manera. Por eso en la sección del blog: “libros que cambiaron nuestras vidas”, hay tantas recomendaciones de lectores. Se ve que a todas estas personas, esas lecturas, les provocaron un cambio vital. Y ahí está uno de los secretos de los libros. Encierran una poderosa energía, capaz de modificar incluso nuestras propias redes neuronales.
El libro de hoy es muy conocido, pero estoy seguro de que, debido a que ya tiene muchos años, habrá muchos oyentes / lectores, que aún no lo habrán leído. Se trata de “El halcón maltés”, una novela no muy voluminosa, escrita por Dashiell Hammett, publicada en 1.930, es decir, hace ya casi ochenta años. Su fama se debe a la película del mismo nombre, dirigida por Jhon Huston en el año 1.941, aunque esta fue ya la tercera versión, ya que en 1.931 y en 1936 aparecieron otras dos películas, ambas también versiones de la novela, pero que no consiguieron el éxito de la tercera.
Leer este libro puede dar un giro a nuestras vidas, por el impacto emocional que produce, a pesar de estar escrito hace ya tantos años, pero en él precisamente se narra una experiencia de este tipo, sin ser esta el detalle más importante de la novela, ya que es simplemente un pequeño recodo de la trama. Se trata de lo que le ocurre a uno de sus personajes, Flitcraft, que es un hombre gris, trabajador, esposo y padre que, fortuitamente se libra por los pelos de ser aplastado por una gran viga de cemento, que está a punto de caerle justo encima. Este espantoso suceso, le hace recapacitar, y entonces se da cuenta de que se ha estado engañando, ya que cree entender que la vida, como él creía hasta ese momento, no es algo razonable, limpio y sensato, sino que todo es incomprensible éticamente, y por lo tanto, lo más razonable es la irracionalidad. De este modo, si hasta el momento de “la viga”, él había sido un hombre “razonable”, lo fue “contra natura”, por lo que decide dar ese giro que se da a la vida a veces, y abandona a su familia, desapareciendo sin sentirse en absoluto culpable de nada.
Esto es una pequeña anécdota dentro de la novela, pero la he traído aquí, porque hay otra también parecida, relacionada con el relato. En el año 1.941, John Huston, como recompensa de la Warner Brothers, tras diez años como guionista, recibió el encargo de dirigir “El halcón Maltés” o “The Maltese Falcon” en inglés. Por lo tanto estamos ante la primera película del director. Una película que sin duda cambió la vida de Huston, y que también suele ser considerada como la que marca el comienzo del llamado “cine negro”.
Pero ¿Qué le pasó en esta película de Huston a Bogart? Pues se cuenta que, debido a que en los papeles que le daban al actor de malo malísimo, nunca en su vida había tenido que besar a una actriz, y por esto sentía cierto temor o pudor a hacerlo en público en el rodaje, por lo que la toma hubo de repetirse hasta siete veces. Fue el debut de Bogart como actor y héroe romántico, y además fue la primera película de la historia en la que se pusieron los nombres de los dos protagonistas: Humphrey Bogart y Mary Astor, a la misma altura y del mismo tamaño que el título del filme, con lo que compartían lo que se llama “cabeza de cartel”. Una vez más podemos decir que “El halcón maltés”, cambió la vida también de estos actores. El New York Times tituló por entonces: “Humphrey Bogart alcanza la cumbre. Mary Astor roza la perfección.
Samuel Spade, el detective protagonista, no era un hombre simple, como tampoco lo era el autor de la novela. Antes de conseguir el éxito en tapas duras con El halcón, escribía para una revista llamada Black Mask, en la que se publicaron capítulos de la novela por entregas. Escribió muchísimo e intensamente, pero el chorro creativo se cortó de pronto antes de que llegara a cumplir los cuarenta años. Fue miembro de la agencia nacional de detectives Pinkerton de Baltimore, de donde sacó inspiración para sus personajes, pero además tuvo muchos otros trabajos. Fue voluntario en la primera guerra mundial, en el American Field Service para proporcionar ambulancias y transportes a los aliados. También participó en la segunda guerra mundial como sargento, editando un periódico para el ejército, desde las islas Aleutianas. Tenía mala salud, debido a la tuberculosis y al alcoholismo e incluso llegó a ser encarcelado durante seis meses, por sus contactos con el activismo de izquierdas norteamericano, al negarse a aportar información sobre algunos perseguidos, miembros del partido comunista.
¿Qué más les puedo decir? Pues que publicó otras novelas, también muy buenas como “Cosecha roja”, “La llave de cristal” y “El hombre flaco”, además de montones de cuentos y relatos. Su hija Josephine Hammet, publicó en el 2001 en Espasa Calpe: “Recuerdos de una hija”, que es un libro muy recomendable porque da una imagen más humana del padre que, según ella, no era un hombre frío y distante como lo pintó su mujer la escritora Lilian Hellman, en otro libro también interesante.
En la “Semana negra de Gijón”, que se celebra todos los años en la ciudad Asturiana, se entrega un premio literario con el nombre de este escritor, dada su importancia en este género literario que, se dice que él inauguró.
Así es que volviendo al principio, si ustedes quieren que su vida sufra un pequeño giro, y su forma de ver el mundo cambie, en el sentido que cambia la mirada de uno, después de leer una buena novela, léanse “El halcón Maltés” de Dashiell Hammet, y verán como probablemente tengo algo de razón.
Un saludo

Francisco Legaz.
artículo publicado en la revista "La voz del Tajuña". Derechos reservados.

jueves, febrero 12, 2009

BIBLIOTECAS PÚBLICAS Y TRAZO BLANCO SOBRE LIENZO BLANCO






Bibliotecas públicas de la comunidad de Madrid, han decidido comprar ejemplares de mi última novela publicada: “TRAZO BLANCO SOBRE LIENZO BLANCO”. El próximo sábado día 14 de Febrero, se celebrará en la blioteca de Chichón, un “libro forum”.
En esta biblioteca están llevando a cabo un taller literario. Han estado un tiempo leyendo mi novela, y el Sábado me han invitado como autor, a dar una charla, y mantener un coloquio sobre ella.Si a alguien le apetece pasarse por la biblioteca pública de Chinchón el sábado a las 17:00 h. allí estaremos.Francisco Legaz.

viernes, enero 09, 2009

UNOS AMIGOS Y YO



De izquierda a derecha: Mi editor Miguel Angel de Rus, Raul Hernández Garrido, Jose Luis Alonso de Santos y yo.

miércoles, enero 07, 2009

MICRORELATOS DEL AUTOR


TRISTEZA

Están los dos sentados en un café. El no levanta la vista de la taza; ella parece enfadada. No se entiende bien lo que dice, pero hay momentos en los que se acerca demasiado al rostro de él, que de de vez en cuando se encoge de hombros, sin levantar nunca la mirada. De pronto ella recoge sus cosas y se va llorando; le deja allí solo. Suena el móvil. Él habla: Hola cariño, enseguida voy para casa. Sonríe.


NOSTALGIAComo hace diez años que murieron mis padres, decidí ir a visitar el fin de semana pasado, lo que queda de la antigua casa del pueblo, que hoy está abandonada. Al llegar me acerqué a la valla de la huerta, desde donde se veía la casa de Julia. Nos criamos juntos, nos bañamos desnudos en el río muchas veces, y decíamos que éramos novios. Pero yo estuve siempre enamorado de su madre. Aún está la cuerda en donde tendía la ropa, y he visto que ahora se posan pájaros en ella.


EUFORIADespués de veinte años, cuando volvía a casa, me he encontrado con Julia en el metro. Nos criamos juntos en el pueblo, y decíamos a todo el mundo que éramos novios. Después la vida nos separó. Pero hoy cuando la he visto, he sentido la antigua punzada del deseo, y se lo he dicho claramente. Hemos terminado haciendo el amor en un hotel. Nunca nos hemos olvidado el uno del otro. La vida, repartiendo premios, es maravillosa.

TOCAR TIERRA MOJADA

Hacía diez años que no iba al lugar en donde nací. La casa la vendimos cuando mis padres murieron, pero llevaba tiempo queriendo volver, porque tenía mucho interés en hacer una cosa. Y como al llegar vi que allí no había nadie, me salté la tapia de la huerta, que estaba tristemente abandonada, me agaché y puse la palma de la mano en el suelo. La tierra seguía mojada, como siempre.

A QUÉ HUELE UN BEBE

Me dijo que estaba embarazada una mañana en la que llovía muchísimo. Corrimos a refugiarnos en un café para poder hablar de nuestro futuro. Yo no quería un niño; era un mal momento para mi vida profesional. Debería dejar algunos de los proyectos que tenía en marcha, y a regañadientes, fui poco a poco desmontándolo todo. Después nació, aspiré su olor nuevo, pasaron los años, y hoy es lo más importante de mi vida.


COMO SUENA UN CRISTAL AL ROMPERSE

Desde que me entregaron hace meses el vehículo reparado y limpio, no había vuelto a lavarlo, pero como me sentía algo recuperado, decidí hacerlo aquella mañana. Así es que bajé al lavadero y me puse a limpiar con el rito de siempre. Todo iba bien, hasta que llegó el momento de aspirar las alfombras. Las retiré para sacudirlas, y allí estaban los trocitos pequeños de cristal manchados de tu sangre. Recordé entonces el estallido.


A QUE SABE UN BESO

Firmamos con aquel beso, una sentencia de amor que nos condenaba a recordarlo para siempre. Era el primero. Y aún hoy, después de tantos años, te sigo besando con la memoria. Te recuerdo perfectamente aunque no te volví a ver nunca más. Recuerdo el tacto de tu piel y tus cabellos despeinados. Pero lo que más me duele es que, por desgracia, se me ha olvidado a que sabías. Tendrías que volver a besarme otra vez.

MICRORELATOS, MICROCUENTOS


MICRO RELATOS, MICROCUENTOS, Y OTRAS MENUDENCIAS.

A Monterroso le dieron el príncipe de Asturias. Y además es el autor de el cuento más breve de la historia de la literatura. Dice así:«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí»Max Aub, escribió otro micro relato que para mi es aún mejor incluido en su libro “Crímenes ejemplares”. Dice así: «Lo maté porque era de Vinaroz»Pero en esto de los microcuentos, ya hay material para hacer enciclopedias. La verdad es que me parecen geniales, y algunos son realmente evocadores de miles de cosas. Ahí van algunos ejemplos:«La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones».«Dos caballeros comparten el vagón de un ferrocarril. Yo no creo en fantasmas, dice uno de ellos. ¿De veras?, responde el otro. Y desaparece».«Dejó de fumar, pero reincidió porque le seguían los ceniceros hambrientos». Este es de Gómez de la Serna.«Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y antes de empezar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace seis años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio». Y este es de Luis Mateo DiezEste está escrito por el padre de la Wikipedia Jimmy Wales: “Sí, tú puedes editar esta biografía”Este me gustaría, por la edad coincidente, haberlo escrito yo: “Cincuenta años, existencia de Dios improbable”Y Por fin yo le doy el premio máximo a este: “no es como lo había imaginado”. Me encanta.Para terminar, y especialmente dedicado a Astrofísicos, ahí va este de Monterroso. No es un micro relato, pero casi. Es muy bueno, y os recomiendo que perdáis los escasos cinco minutos que se tarda en leer:El eclipseCuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

martes, enero 06, 2009

REUNIÓN DE CORTAZAR


Con motivo de los cincuenta años de la revolución Cubana, me he vuelto a leer este cuento de Cortazar, titulado "Reunión". Es un cuento cargado de metáforas, en el que podemos ver la ambigua posicion del escritor, con respecto a la Revolución Cubana. Merece la pena, echarle un vistazo, y luego pensar un rato. En las últimas líneas, merece la pena pararse a pensar en las similitudes o metáforas, de un hombre tumbado en el suelo viendo el cielo, y observando una estrella.
Un saludo a todos.
Francisco Legaz
reunión de julio cortazar

Nada podía andar peor, pero al menos ya no estábamos en la maldita lancha, entre vómitos y golpes de mar y pedazos de galleta mojada, entre ametralladoras y babas, hechos un asco, consolándonos cuando podíamos con el poco tabaco que se conservaba seco porque Luis (que no se llamaba Luis, pero habíamos jurado no acordamos de nuestros nombres hasta que llegara el día) había tenido la buena idea de meterlo en una caja de lata que abríamos con más cuidado que si estuviera llena de escorpiones. Pero qué tabaco ni tra-gos de ron en esa condenada lancha, bamboleándose cinco días como una tortuga borracha, haciéndole frente a un norte que la cacheteaba sin lástima, y ola va y ola viene, los baldes despellejándonos las manos, yo con un asma del demonio y medio mundo enfermo, doblándose para vomitar con si fueran a partirse por la mitad. Hasta Luis, la segunda noche, una bilis verde que le sacó a las ganas de reírse, entre eso y el norte que no nos dejaba ver el faro de Cabo Cruz, un desastre que nadie se había imaginado; y llamarle a eso una expedición de desembarco era como para seguir vomitando pero de pura tristeza. En fin, cualquier cosa con tal de dejar atrás la lancha, cualquier cosa aunque fuera lo que nos esperaba en tierra -pero sabíamos que nos estaba esperando y por eso no importaba tanto-, el tiempo que se compone justamente en el peor momento y zas la avioneta de reconocimiento, nada que hacerle, a vadear la ciénaga o lo que fuera con el agua hasta las costillas buscando el abrigo de los sucios pastizales de los mangles yo como un idiota con mi pulverizador de adrenalina para poder seguir adelante, con Roberto que me llevaba el Springfield para ayudarme a vadear mejor la ciénaga (si era una ciénaga, porque a muchos ya se nos había ocurrido que a lo mejor habíamos errado el rumbo y que en vez de tierra firme habíamos hecho la estupidez de largarnos en algún cayo fangoso dentro del mar, a veinte millas de la isla...); y todo así, mal pensado y peor dicho, en una continua confusión de actos y nociones, una mezcla de alegría inexplicable y de rabia contra la maldita vida que nos estaban dando los aviones y lo que nos esperaba del lado de la carretera si llegábamos alguna vez, si estábamos en una ciénaga de la costa y no dando vueltas como alelados en un circo de barro y de total fracaso para diversión del babuino en su Palacio.Ya nadie se acuerda cuánto duró, el tiempo lo medíamos por los claros entre los pastizales, los tramos donde podían ametrallarnos en picada, el alarido que escuché a mi izquierda, lejos, y creo fue de Roque (a él le puedo dar su nombre, a su pobre esqueleto entre las lianas y los sapos), porque de los planes ya no quedaban más que la meta final, llegar a la Sierra y reunirnos con Luis si también él conseguía llegar; el resto se había hecho trizas con el norte, el desembarco improvisado, los pantanos. Pero searnos justos: algo se cum-plía sincronizadamente, el ataque de los aviones enemigos. Había sido previsto y provocado; no falló. Y por eso, aunque todavía me doliera en la cara el aullido de Roque, mi maligna manera de entender el mundo me ayudaba a reírme por lo bajo (y me ahogaba todavía más, y Roberto me llevaba el Springfield para que yo pudiese inhalar adrenalina con la nariz casi al borde del agua tragando más barro que otra cosa), porque si los aviones estaban ahí entonces no podía ser que hubiéramos equivocado la playa, o lo sumo nos habíamos desviado algunas millas, pero la carretera estaría detrás de los pastizales, y después el llano abierto y en el norte las primeras colinas. Tenía su gracia que el enemigo nos estuviera certificando desde el aire la bondad del desembarco.Duró vaya a saber cuánto, y después fue de noche y éramos seis debajo de unos flacos árboles, por primera vez en terreno casi seco, mascando tabaco húmedo y unas pobres galletas. De Luis, de Pablo, de Lucas, ninguna noticia; desperdigados, probablemente muertos, en todo caso tan perdidos y mojados como nosotros. Pero me gustaba sentir cómo con el fin de esa jornada de batracio se me empezaban a ordenar las ideas, y cómo la muerte, más probable que nunca, no sería ya un balazo al azar en plena ciénaga, sino una operación dialéctica en seco, perfectamente orquestada por las partes en juego. El ejército debía controlar la carretera, cercando los pantanos ala espera de que apareciéramos de a dos o de a tres, liquidados por el barro y las alimañas y el hambre. Ahora todo se veía clarísimo, tenía otra vez los puntos cardinales en el bolsillo me hacía reír sentirme tan vivo y tan despierto al borde del epílogo. Nada podía resultarme más gracioso que hacer rabiar a Roberto recitándole al oído unos versos del Viejo Paricho que le parecían abominables. “Si por lo menos nos pudiéramos sacar el barro”, se quejaba el Teniente. “O fumar de verdad” (alguien, más a la izquierda, ya no sé quién, alguien que se perdió al alba). Organización de la agonía: centinelas, dormir por turnos, mascar tabaco, chupar galletas infladas como esponjas. Nadie mencionaba a Luis, el temor de que lo hubieran matado era el único enemigo real, porque su confirmación nos anularía mucho más que el acoso, la falta de armas o las llagas en los pies. Sé que dormi, un rato mientras Roberto velaba, pero antes estuve pensando que todo lo que habíamos hecho en esos días era demasiado insensato para admitirse así de golpe la posibilidad de que hubieran matado a Luis. De alguna manera la insensatez tendría que continuar hasta el final, que quizá fuera la victoria, y en ese juego absurdo donde se había llegado hasta el escándalo de prevenir al enemigo que desembarcaríamos, no entraba la posibilidad de perder a Luis.Creo que también pensé que si triunfábamos, que si conseguíamos reunimos otra vez con Luis, sólo entonces empezaría el juego en serio, el rescate de tanto romanticismo necesario y desenfrenado y peligroso. Antes de dormirme tuve como una visión: Luis junto a un árbol, rodeado por todos nosotros, se llevaba lentamente la mano a la cara y se la quitaba como si fuese una máscara. Con la cara en la mano se acercaba a su hermano Pablo, a mí, al Teniente, a Roque, pidiéndonos con un gesto que la aceptáramos, que nos la pusiéramos. Pero todos se iban negando uno a uno, y yo también me negué, sonriendo hasta las lágrimas, y entonces Luis volvió a ponerse la cara y le vi un cansancio infinito mientras se encogía de hombros y sacaba un cigarro del bolsillo de la guayabera. Profesionalmente hablando, una alucinación de la duerme vela y la fiebre, fácilmente interpretable. Pero si realmente habían matado a Luis durante el desembarco, ¿quién subiría ahora a la Sierra con su cara? Todos trataríamos de subir pero nadie con la cara de Luis, nadie que pudiera o quisiera asumir la cara de Luis. “Los diadocos”, pensé ya entredormido. “Pero todo se fue al diablo con los diadocos, es sabido”.Aunque esto que cuento pasó hace rato, quedan pedazos y momentos tan recortados en la memoria que sólo se pueden decir en presente, como estar tirado otra vez boca arri-ba en el pastizal, junto al árbol que nos protege del cielo abierto. Es la tercera noche, pero al amanecer de ese día franquearnos la carretera a pesar de los jeep y la metralla. Ahora hay que esperar otro amanecer porque nos han matado al baqueano y seguimos perdidos, habrá que dar con algún paisano que nos lleve a donde se pueda comprar algo de comer, y cuando digo comprar casi me da risa y me ahogo de nuevo, pero en eso como en lo demás a nadie se le ocurriría desobedecer a Luis, y la comida hay que pagarla y explicarle antes a la gente quiénes somos y por qué andamos en lo que andamos. La cara de Roberto en la choza abandonada de la loma, dejando cinco pesos debajo de un plato a cambio de la poca cosa que encontramos y que sabía a cielo, acomida en el Ritz si es que ahí se come bien. Tengo tanta fiebre que se me va pasando el asma, no hay mal que por bien no venga, pero pienso de nuevo en la cara de Roberto dejando los cinco pesos en la choza vacía, y me da un tal ataque de risa que vuelvo a ahogarme y me maldigo. Habría que dormir, Tinti monta la guardia, los muchachos descansan unos contra otros yo me he ido un poco más lejos porque tengo la impresión de que los fastidio con la tos y los silbidos del pecho, y además hago una cosa que no debería hacer, y es que dos o tres veces en la noche fabrico una pantalla de hojas y meto la cara por debajo y enciendo despacito el cigarro para reconciliarme un poco con la vida.En el fondo lo único bueno del día ha sido no tener noticias de Luis, el resto es un desastre, de los ochenta nos han matado por lo menos a cincuenta o sesenta; Javier cayó entre los primeros, el Peruano perdió un ojo y agonizó tres horas sin que yo pudiera hacer nada, ni siquiera rematarlo cuando los otros no miraban. Todo el día temimos que algún enlace (hubo tres con un riesgo increíble, en las mismas narices del ejército) nos trajera la noticia de la muerte de Luis. Al final es mejor no saber nada, imaginarlo vivo, poder esperar todavía. Fríamente peso las posibilidades y concluyo que lo han matado, todos sabemos cómo es, de qué manera el gran condenado es capaz de salir al descubierto con una pistola en la mano, y el que venga atrás que arree. No, pero López lo habrá cuidado, no hay como él para engañarlo a veces, casi como a un chico, convencerlo de que tiene que hacer lo contrario de lo que le da la gana en ese momento. Pero y si López...Inútil quemarse la sangre, no hay elementos para la menor hipótesis, y además es rara esta calma, este bienestar boca arriba como si todo estuviera bien así, como si todo se estuviera cumpliendo (casi pensé: “consumando”, hubiera sido idiota) de conformidad con los planes. Será la fiebre o el cansancio, será que nos van a liquidar a todos como a sapos antes de que salga el sol. Pero ahora vale la pena aprovechar de este respiro absurdo, dejarse ir mirando el dibujo que hacen las ramas de árbol contra el cielo más claro, con algunas estrellas, siguiendo con ojos entornados ese dibujo casual de las ramas y las hojas, esos ritmos que se encuentran, se cabalgan y se separan, y a veces cambian suavemente cuando una bocanada de aire hirviendo pasa por encima de las copas, viniendo de las ciénagas. Pienso en mi hijo pero está lejos, a miles de kilómetros, en un país donde todavía se duerme en la cama, y su imagen me parece irreal, se me adelgaza y pierde entre las hojas del árbol, y en cambio me hace tanto bien recordar un tema de Mozart que me ha acompañado desde siempre, el movimiento inicial del cuarteto La caza, la evocación del alalí en la mansa voz de los violines, esa transposición de una ceremonia salvaje a un claro goce pensativo. Lo pienso, lo repito, lo canturreo en la memoria, y siento al mismo tiempo cómo la melodía y el dibujo de la copa del árbol contra el cielo se van acercando, traban amistad, se tantean una y otra vez hasta que el dibujo se ordena de pronto en la presencia visible de la melodía, un ritmo que sale de una rama baja, casi a la altura de mi cabeza, remonta hasta cierta altura y se abre como un abanico de tallos, mientras el segundo violín es esa rama más delgada que se yuxtapone para confundir sus hojas en un punto situado a la derecha, hacia el final de la frase, y dejarla terminar para que el ojo descienda por el tronco y pueda, si quiere, repetir la melodía. Y todo eso es también nuestra rebelión, es lo que estamos haciendo aunque Mozart y el árbol no puedan saberlo, también nosotras a nuestra manera hemos querido trasponer una torpe guerra a un orden que le dé sentido, la justifique y en último término la lleve a tina victoria que sea como la restitución de una melodía después de tantos años de roncos cuernos de caza, que sea ese allegro final que sucede al adagio como un encuentro con la luz. Lo que se divertiría Luis si supiera que en este momento lo estoy comparando con Mozart, viéndolo ordenar poco a poco esta insensatez, alzarla hasta su razón primordial que aniquila con su evidencia y su desmesura todas las prudentes razones temporales. Pero qué amarga, qué desesperada tarea la de ser un músico de hombres, por encima del barro y la metralla y el desaliento urdir ese canto que creíamos imposible, el canto que trabará amistad con la copa de los árboles, con la tierra devuelta a sus hijos. Sí, es la fiebre. Y cómo se reiría Luis aunque también a él le guste Mozart, me consta.Y así al final me quedaré dormido, pero antes alcanzaré a preguntarme si algún día sabremos pasar del movimiento donde todavía suena el halalí del cazador, a la conquistada plenitud del adagio y de ahí al allegro final que me canturreo con un hilo de voz, si seremos capaces de alcanzar la reconciliación con todo lo que haya quedado vivo frente a nosotros. Tendríamos que ser como Luis, no ya seguirlo sino ser como él, dejar atrás inapelablemente el odio y la venganza, mirar al enemigo como lo mira Luis, con una implacable magnanimidad que tantas veces ha suscitado en mi memoria (pero esto, ¿cómo decírselo a nadie?) una imagen de pantocrátor, un juez que empieza por ser el acusado y el testigo y que no juzga, que simplemente separa las tierras de las aguas para que al fin, alguna vez, nazca una patria de hombres en un amanecer tembloroso, a orillas de un tiempo más limpio.Pero otra que adagio, si con la primera luz se nos vinieron encima por todas partes, y hubo que renunciar a seguir hacia el noreste y meterse en una zona mal conocida, gastando las últimas municiones mientras el Teniente con un compañero se hacía fuerte en una loma y desde ahí les paraba un rato las patas, dándonos tiempo a Roberto y a mí para llevarnos a Tinti herido en un muslo y buscar otra altura más protegida donde resistir hasta la noche. De noche ellos no atacaban nunca, aunque tuvieran bengalas y equipos eléctricos, les entraba como un pavor de sentirse menos protegidos por el número y el derroche de armas; pero para la noche faltaba casi todo el día, y éramos apenas cinco contra esos muchachos tan valientes que nos hostigaban para quedar bien con el babuino, sin contar los aviones que a cada rato picaban en los claros del monte y estropeaban cantidad de palmas con sus ráfagas.A la media hora el Teniente cesó el fuego y pudo reunirse con nosotros, que apenas adelantábamos camino. Como nadie pensaba en abandonar a Tinti, porque conocíamos de sobra el destino de los prisioneros, pensamos que ahí, en esa ladera y en esos matorrales íbamos a quemar los últimos cartuchos. Fue divertido descubrir que los regulares atacaban en cambio una loma bastante más al este, engañados por un error de la aviación, y ahí nomás nos largamos cerro arriba por un sendero infernal, hasta llegar en dos horas a una loma casi pelada donde un compañero tuvo el ojo de descubrir una cueva tapada por las hierbas, y nos plantamos resollando después de calcular una posible retirada directamente hacia el norte, de peñasco en peñasco, peligrosa, pero hacia el norte, hacia la Sierra donde a lo mejor ya habría llegado Luis.Mientras yo curaba a Tinti desmayado, el Teniente me dijo que poco antes del ataque de los regulares al amanecer había oído un fuego de armas automáticas y de pistolas hacia el poniente. Podía ser Pablo con sus muchachos, o a lo mejor el mismo Luis. Teníamos la razonable convicción de que los sobrevivientes estábamos divididos en tres grupos, y quizá el de Pablo no anduviera tan lejos. El Teniente me preguntó si no valdría la pena intentar un enlace al caer la noche.—Si vos me preguntás eso es porque te estás ofreciendo para ir —le dije. Habíamos acostado a Tinti en una cama de hierbas secas, en la parte más fresca de la cueva, y fumábamos descansando. Los otros dos compañeros montaban guardia afuera.—Te figuras —dijo el Teniente, mirándome divertido—. A mí estos paseos me encantan, chico.Así seguimos un rato, cambiando bromas con Tinti que empezaba a delirar, y cuando el Teniente estaba por irse entró Roberto con un serrano y un cuarto de chivito asado. No lo podíamos creer, comimos como quien se come a un fantasma, hasta Tinti mordisqueó un pedazo que se le fue a las dos horas junto con la vida. El serrano nos traía la noticia de la muerte de Luis; no dejamos de comer por eso, pero era mucha sal para tan poca carne, él no lo había visto aunque su hijo mayor, que también se nos había pegado con una vieja escopeta de caza, formaba parte del grupo que había ayudado a Luis y a cinco compañeros a vadear un río bajo la metralla, y estaba seguro de que Luis había sido herido casi al salir del agua y antes de que pudiera ganar las primeras matas. Los serranos habían trepado al monte que conocían congo nadie, y con ellos dos hombres del grupo de Luis, que llegarían por la noche con las armas sobrantes y un poco de parque.El Teniente encendió otro cigarro y salió a organizar el campamento y a conocer mejor a los nuevos; yo me quedé al lado de Tinti que se derrumbaba lentamente, casi sin dolor. Es decir que Luis había muerto, que el chivito estaba para chuparse los dedos, que esa noche seríamos nueve o diez hombres y que tendríamos municiones para seguir peleando. Vaya novedades. Era como tina especie de locura fría que por un lado reforzaba al presente con hombres y alimentos, pero todo eso para borrar de un manotazo el futuro, la razón de esa insensatez que acababa de culminar con una noticia y un gusto a chivito asado. En la oscuridad de la cueva, haciendo durar largo mi cigarro, sentí que en ese momento no podía permitirme el lujo de aceptar la muerte de Luis, que solamente podía manejarla como un dato más dentro del plan de campaña, porque si también Pablo había muerto el jefe era yo por voluntad de Luis, y eso lo sabían el Teniente y todos los compañeros, y no se podía hacer otra cosa que tomar el mando y llegar a la Sierra y seguir adelante como si no hubiera pasado nada. Creo que cerré los ojos, y el recuerdo de mi visión fue otra vez la visión misma, y por un segundo me pareció que Luis se separaba de su cara y me la tendía, y yo defendí mi cara con las dos manos diciendo: “No, no, por favor no, Luis”, y cuando abrí los ojos el Teniente estaba de vuelta mirando a Tinti que respiraba resollando, y le oí decir que acababan de agregársenos dos muchachos del monte, una buena noticia tras otra, parque y boniatos fritos, un botiquín, los regulares perdidos en las colinas del este, un manantial estupendo a cincuenta metros. Pero no me miraba en los ojos, mascaba el cigarro y parecía esperar que yo dijera algo, que fuera yo el primero en volver a mencionar a Luis.Después hay como un hueco confuso, la sangre se fue de Tinti y él de nosotros, los serranos se ofrecieron para enterrarlo, yo me quedé en la cueva descansando aunque olía a vómito y a sudor frío, y curiosamente me dio por pensar en mi mejor amigo de otros tiempos, de antes de esa cesura en mi vida que me había arrancado a mi país para lanzarme a miles de kilómetros, a Luis, al desembarco en la isla, a esa cueva. Calculando la diferencia de hora imaginé que en ese momento, miércoles, estaría llegando a su consultorio, colgando el sombrero en la percha, echando una ojeada al correo. No era una alucinación, me bastaba pensar en esos años en que habíamos vivido tan cerca uno de otro en la ciudad, compartiendo la política, las mujeres y los libros, encontrándonos diariamente en el hospital; cada uno de sus gestos me era tan familiar, y esos gestos no eran solamente los suyos sino que abarcan todo mi mundo de entonces, a mí mismo, a mi mujer, a mi padre, abarcaban mi periódico con sus editoriales inflados, mi café a mediodía con los médicos de guardia, mis lecturas y mis películas y mis ideales. Me pregunté qué estaría pensando mi amigo de todo esto, de Luis o de mí, y fue como si viera dibujarse la respuesta en su cara (pero entonces era la fiebre, habría que tomar quinina), una cara pagada de sí misma, empastada por la buena vida y las buenas ediciones y la eficacia del bisturí acreditado. Ni siquiera hacía falta que abriera la boca para decirme yo pienso que tu revolución no es más que... No era en absoluto necesario, tenía que ser así, esas gentes no podían aceptar una mutación que ponía en descubierto las verdaderas razones de su misericordia fácil y a horario, de su caridad reglamentada y a escote, de su bonhomía entre iguales, de su antirracismo ele salón pero cómo la nena se va a casar con ese mulato, che, de su catolicismo con dividendo anual y efemérides en las plazas embanderadas, de su literatura de tapioca, de su folklorismo en ejemplares numerados y mate con virola de plata, de sus reuniones de cancilleres genuflexos, de su estúpida agonía inevitable a corto o largo plazo (quinina, quinina, y de nuevo el asma). Pobre amigo, me daba lástima imaginarlo defendiendo como un idiota precisamente los falsos valores que iban a acabar con él o en el mejor de los casos con sus hijos; defendiendo el derecho feudal a la propiedad y a la riqueza ilimitadas, él que no tenía más que su consultorio y una casa bien puesta, defendiendo los principios de la Iglesia cuando el catolicismo burgués de su mujer no había servido más que para obligarlo a buscar consuelo en las amantes, defendiendo una supuesta libertad individual cuando la policía cerraba las universidades y censuraba las publicaciones, y defendiendo por miedo, por el horror al cambio, por el escepticismo y la desconfianza que eran los únicos dioses vivos en su pobre país perdido. Y en eso estaba cuando entró el Teniente a la carrera y me gritó que Luis vivía, que acababan de cerrar un enlace con el norte, que Luis estaba más vivo que la madre de la chingada, que había llegado a lo alto de la Sierra con cincuenta guajiros y todas las armas que les habían sacado a un batallón de regulares copado en una hondonada, y nos abrazamos como idiotas y dijimos esas cosas que después, por largo rato, dan rabia y vergüenza y perfume, porque eso y comer chivito asado y echar para adelante era lo único que tenía sentido, lo único que contaba y crecía mientras no nos animábamos a mirarnos en los ojos y encendíamos cigarros con el mismo tizón, con los ojos clavados atentamente en el tizón y secándonos las lágrimas que el humo nos arrancaba de acuerdo con sus conocidas propiedades lacrimógenas.Ya no hay mucho que contar, al amanecer uno de nuestros serranos llevó al Teniente y a Roberto hasta donde estaban Pablo y tres compañeros, y el Teniente subió a Pablo en brazos porque tenía los pies destrozados por las ciénagas. Ya éramos veinte, me acuerdo de Pablo abrazándome con su manera rápida y expeditiva, y diciéndome sin sacarse el cigarrillo de la boca: “Si Luis está vivo, todavía podemos vencer”, y yo vendándole los pies que era una belleza, y los muchachos tomándole el pelo porque parecía que estrenaba zapatos blancos y diciéndole que su hermano lo iba a regañar por ese lujo intempestivo. “Que me regañe”, bromeaba Pablo fumando como un loco, “para regañar a alguien hay que estar vivo, compañero, y ya oíste que está vivo, vivito, está más vivo que un caimán, y vamos arriba ya mismo, mira que me has puesto vendas, vaya lujo...” Pero no podía durar, con el sol vino el plomo de arriba y abajo, ahí me tocó un balazo en la oreja que si acierta dos centímetros más cerca, vos, hijo, que a lo mejor hacés todo esto, te quedás sin saber en las que anduvo tu viejo. Con la sangre y el dolor y el susto las cosas se me pusieron estereoscópicas, cada imagen seca y en relieve, con unos colores que debían ser mis ganas de vivir y además no me pasaba nada, un pañuelo bien atado ya seguir subiendo; pero atrás se quedaron dos serranos, y el segundo de Pablo con la cara hecha un embudo por una bala cuarenta y cinco. En esos momentos hay tonterías que se fijan para siempre; me acuerdo de un gordo, creo que también del grupo de Pablo, que en lo peor de la pelea quería refugiarse detrás de una caña, se ponía de perfil, se arrodillaba detrás de la caña, y sobre todo me acuerdo de ése que se puso a gritar que había que rendirse, y de la voz que le contestó entre dos ráfagas de Thompson, la voz del Teniente, un bramido por encima de los tiros, un: “¡Aquí no se rinde nadie, carajo!”, hasta que el más chico de los serranos, tan callado y tímido hasta entonces me avisó que había una senda a cien metros de ahí, torciendo hacia arriba y a la izquierda, y yo se lo grité al Teniente y me puse a hacer punta con los serranos siguiéndome y tirando como demonios, en pleno bautismo de fuego y saboreándolo que era un gusto verlos, y al final nos fuimos juntando al pie de la selva donde nacía el sendero y el serranito trepó y nosotros atrás, yo con un asma que no me dejaba andar y el pescuezo con más sangre que un chancho degollado, pero seguro de que también ese día íbamos a escapar y no sé porqué, pero era evidente como un teorema que esa misma noche nos reuniríamos con Luis.Uno nunca se explica cómo deja atrás a sus perseguidores, poco a poco ralea el fuego, hay las consabidas maldiciones y “cobardes, se rajan en vez de pelear”, entonces de golpe es el silencio, los árboles que vuelven a aparecer como cosas vivas y amigas, los accidentes del terreno, los heridos que hay que cuidar, la cantimplora de agua con un poco de ron que corre de boca en boca, los suspiros, alguna queja, el descanso y el cigarro, seguir adelante, trepar siempre aunque se me salgan los pulmones por las orejas, y Pablo diciéndome oye, me los hiciste del cuarenta y dos y yo calzo del cuarenta y tres, compadre, y la risa, lo alto de la loma, el ranchito donde un paisano tenía un poco de yuca con mojo y agua muy fresca, y Roberto, tesonero y concienzudo sacando sus cuatro pesos para pagar el gasto y todo el mundo, empezando por el paisano, riéndose hasta herniarse, y el mediodía invitando a esa siesta que había que rechazar como si dejáramos irse a una muchacha preciosa mirándole las piernas hasta lo último.Al caer la noche el sendero se empinó y se puso más que difícil, pero nos relamíamos pensando en la posición que había elegido Luis para esperamos, por ahí no iba a subir ni un gramo. “Vamos a estar como en la iglesia”, decía Pablo a mi lado, “hasta tenemos el armonio”, y me miraba zumbón mientras yo jadeaba una especie de pasacaglia que solamente a él le hacía gracia. No me acuerdo muy bien de esas horas, anochecía cuando llegarnos al último centinela y pasarnos uno tras otro, dándonos a conocer y respondiendo por los serranos, hasta salir por fin al claro entre los árboles donde estaba Luis apoyado en un tronco, naturalmente con su gorra de interminable visera y el cigarro en la boca. Me costó el alma quedarme atrás, dejarlo a Pablo que corriera y se abrazara con su hermano, y entonces esperé que el Teniente y los otros fueran también y lo abrazaran, y después puse en el suelo el botiquín y el Springfield y con las manos en los bolsillos me acerqué y me quedé mirándolo, sabiendo lo que iba a decirme, la broma de siempre:—Mira que usar esos anteojos —dijo Luis.—Y vos esos espejuelos —le contesté, y nos doblamos de risa, y su quijada contra mi cara me hizo doler el balazo como el demonio, pero era un dolor que yo hubiera querido prolongar más allá de la vida.—Así que llegaste, che —dijo Luis.Naturalmente, decía “che” muy mal.—¿Qué tú crees? —le contesté igualmente mal. Y volvimos a doblamos como idiotas, y medio mundo se reía sin saber por qué. Trajeron agua y las noticias, hicimos la rueda mirando a Luis, y sólo entonces nos dimos cuenta de cómo había enflaquecido y cómo le brillaban los ojos detrás de los jodidos espejuelos.Más abajo volvían a pelear, pero el campamento estaba momentáneamente a cubierto. Se pudo curar a los heridos, bañarse en el manantial, dormir, sobre todo dormir, hasta Pablo que tanto quería hablar con su hermano. Pero como el asma es mi amante y me ha enseñado a aprovechar la noche, me quedé con Luis apoyado en el tronco de un árbol, fumando y mirando los dibujos de las hojas contra el cielo, y nos contamos de a ratos lo que nos había pasado desde el desembarco, pero sobre todo hablamos del futuro, de lo que iba a empezar cuando llegara el día en que tuviéramos que pasar del fusil al despacho con teléfonos, de la sierra a la ciudad, y yo me acordé de los cuernos de caza y estuve a punto de decirle a Luis lo que había pensado aquella noche, nada más que para hacerlo reír. Al final no le dije nada, pero sentía que estábamos entrando en el adagio del cuarteto, en una precaria plenitud de pocas horas que sin embargo era una certidumbre, un signo que no olvidaríamos. Cuántos cuernos de caza esperaban todavía, cuántos de nosotros dejaríamos los huesos como Roque, como Tinti, como el Peruano. Pero bastaba mirar la copa del árbol para sentir que la voluntad ordenaba otra vez su caos, le imponía el dibujo del adagio que alguna vez ingresaría en el allegro final, accedería a una realidad digna de ese nombre. Y mientras Luis me iba poniendo al tanto de las noticias internacionales y de lo que pasaba en la capital y en las provincias, yo veía cómo las hojas y las ramas se plegaban poco a poco a mi deseo, eran mi melodía, la melodía de Luis que seguía hablando ajeno a mi fantaseo, y después vi inscribirse una estrella en el centro del dibujo, y era una estrella pequeña y muy azul, y aunque no sé nada de astronomía y no hubiera podido decir si era una estrella o un planeta, en cambio me sentí seguro de que no era Marte ni Mercurio, brillaba demasiado en el centro del adagio, demasiado en el centro de las palabras de Luis como para que alguien pudiera confundirla con Marte o con Mercurio.


Julio Cortázar(1914-1984)

Reunión(Todos los fuegos el fuego, 1966