lunes, octubre 19, 2009

LOS ENCAMADOS

Los encamados
Un curioso fenómeno nos trae a “El bosque de las palabras”, la noticia de que aún existen personas a las que llaman “Tumbados”. Estas personas son gente normal, hasta que una mañana deciden que no se levantarán nunca más de la cama. Aparentemente no padecen ninguna enfermedad que les impida la deambulación, pero simplemente, desde esa fecha fatídica, no vuelven a levantarse más.
Los franceses inventaron el término “encamado”, que se utiliza aquí en los medios sanitarios, pero también se les llama tumbados o acostados.
Como afirma el escritor Luis Landero, “no son holgazanes, ni neuróticos, ni siquiera son simples enfermos imaginarios”, sino que son personas que un buen día optan por suspender su actividad social y se abandonan espléndidamente a la inacción”.
En muchos casos esta situación dura toda la vida, hasta el final de sus existencias, aunque también existen casos en los que un buen día, después de diez, quince o veinte años, el tumbado abandona la posición horizonta, y sin mediar más palabras, recupera la vertical, como si se levantase una manaña cualquiera, y vuelve a sus actividades cotidianas sin más.
Normalmente estas personas no suelen dar muchas explicaciones de lo que les lleva a tomar esta actitud con la vida y simplemente viven, desde un momento determinado, de esa manera, suspendiendo sus actividades para sorpresa y desgracia de sus familiares.
Se les ha asociado a una cierta clase social o nivel cultural, pero como casi siempre pasa con los intentos clasificatorios, nunca terminan de cumplir con estas normas, y el fenómeno se da en cualquier estrato de la sociedad. Y tampoco el nivel cultural es ninguna vacuna contra esta especie de enfermedad.
Hay muchos casos de gente así, la mayoría de ellos anónimos, pero nos hemos encontrado con estas personas en “el bosque de las palabras”, indagando y buceando en la vida de los escritores, que son los personajes de nuestro programa. El ejemplo más famoso es el del escritor Juan Carlos Onetti, al que la gente aficionada a la literatura conoce como aquel escritor que escribía desde la cama. Se cuenta que su perro, cuando Onetti se incorporaba, se extrañaba y le mordía la pernera del pijama, como recordándole que tenía que estar acostado como siempre.
Pero con los escritores pasa un poco como con los libros, que te van llevando de uno a otro y ya nunca puedes parar. Al parece Onetti, tomó ejemplo, en lo del encamamiento, del que decía que fue su maestro, Valle Inclán que, al igual que Unamuno, recibían a las visitas desde la cama. Pero lo curioso es que Onetti, siguió escribiendo sin parar desde la cama y sus obras no sufrieron ninguna consecuencia por la horizontalidad del autor, sino que incluso ganaron en intensidad durante esa época.
Y de Onetti, dimos el salto en el programa de radio a Marcel Proust, otro encamado y otro caso increíble de retirada de la vida social, abandonando la visión del horizonte, por la del techo de la habitación. Y esto me recuerda, la posición en la que se llevan a cabo las sesiones de psicoanálisis, tumbados en el famoso “diván”, cuestión de la que Freud, que habló de casi todo, también explicó su importancia, para que el paciente perdiera por un rato su referente espacial, y pudiera airear su inconsciente. Quizás, quién sabe, estos escritores, descubrieron este curioso detalle del psicoanálisis, y utilizaron la posición de “tumbados”, para abrir la puerta de su inconsciente.
Pero de los autores literarios, podemos saltar a los propios personajes. El mejor ejemplo, recuérdenlo ustedes, es el de don Quijote, que en la maravillosa novela también se encamó, y según cuentan, su creador, don Miguel de Cervantes, hizo lo mismo.
Otro de los personajes literarios famosos encamados es Edgardo de la obra de teatro “Elosia está debajo de un almendro” de Jardiel Poncela. Nos cuenta el autor que Edgardo llevaba en la cama veintiún años nada más y nada menos. Incluso viajaba en tren en su propia cama. Imagínense.
Y como la cama es lugar de placer y descanso diario, pero estos personajes la convierten en lugar de resistencia y de viaje interior, estoy pensando en pedirle a la dirección de la emisora Radio Morata, que me instalen en los estudios una buena cama, para desde allí, tumbado, hacer “El bosque de las palabras”. No sé como andarán de presupuestos en la asociación cultural, pero yo siempre he oído que, estar en la cama es de las cosas que salen más baratas. Así es que a ver si lo consigo.